Memorias y aventuras de Barry Lyndon, por William M. Thackeray (1844)

Memorias y aventuras de Barry Lyndon (1844) recibe una vivificante influencia de la novela picaresca española del Siglo de Oro, que la emparenta con otras memorables novelas biográficas como Moll Flanders, Tom Jones o Tristram Shandy, aunque el caballero Lyndon no es propiamente un pícaro del siglo XVIII, sino, como él mismo dice, «un hombre de mundo». Y un hombre de mundo es aquel que es diestro en disciplinas tan dispares como «la filosofía natural, o ciencia de la vida, la equitación, la música, el salto, el manejo de la espada, el conocimiento de un caballo, los modos de un caballero distinguido...», aunque sus enemigos, que son los nuestros, podrían perfectamente tacharle de ladrón, estafador, jugador de ventaja, duelista, matasiete, embustero, traidor, y, si la situación así lo requiere, de secuestrador e incluso asesino. La nostalgia, un tanto paródica, del Antiguo Régimen recorre estas memorias del caballero Barry Lyndon plagadas de lances, aventuras y viajes.(Texto extraído de la contraportada en su edición por Valdemar (Col. Histórica), 2000).


Basada en esta novela debe destacarse la película Barry Lyndon (1975), dirigida por Stanley Kubrick e interpretada por Ryan O'Neal y Marisa Berenson.
Rodada enteramente en decorados de época (sobresaliendo el Castillo de Howard) y en luz natural (con velas en las escenas nocturnas o de interior), mediante objetivos de cámara muy luminosos (modificación de una cámara Mitchell y de objetivos Zeiss de focal 50 mm y de abertura F0.7) y mediante el tratamiento especial del negativo, esta película presenta una fotografía excepcional, auténtica proeza técnica que le confiere una estética sombría y muy particular, en el tono de la historia y las pinturas de la época. El espectador se encuentra de esta forma imbuido en la intimidad de los personajes, tal y como pretendía Kubrick, que quería realizar un documental que se desarrollara durante el siglo XVIII.
Esta estética está magníficamente apoyada por la banda sonora, con piezas clásicas (como Zarabanda de Händel, El Barbero de Sevilla de Paisiello, o piezas de Schubert y Bach) y también obras del folklore irlandés interpretadas por The Chieftains.

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